En un universo paralelo, un joven pacífico y de buena voluntad fue persuadido por un vendedor de antigüedades para comprar una piel de zapa que cumplía los deseos de quien la poseyera.
Después de efectuar un pago insignificante, el joven acudió a su casa y dejó la piel arrumbada en un armaario y se olvidó de ella.
Un año más tarde, con su país en pleno conflicto bélico, tuvo tan mala suerte que una bomba fue a caer a su casa, y se llevó por delante a su hermano, su madre y su novia.
El joven se quedó solo y sin nada, pero vio la piel de zapa como asomaba discreta bajo unos escombros. Todavía aturdido, la agarró.
Tan buen corazón tenía, que no pensó en que volvieran a la vida sus familiares, sino que lo primero que salió de su boca fue desear que acabara la guerra y no hubieran más guerras en el futuro.
Y así fue como, en esa realidad paralela, se extinguió la raza humana.